El tocadiscos Braum SK 4, de Dieter Rams y Hans Guglelot de 1956, marcó mi manera de ver el diseño.

El tocadiscos Braum SK 4, de Dieter Rams y Hans Guglelot de 1956, marcó mi manera de ver el diseño.

 
 

 Nací en Hamburgo (Alemania) en 1961, aunque mi nacionalidad es belga por parte de padre. Siendo yo aún muy pequeño, año y medio, nos fuimos a vivir a la isla de Tenerife (Canarias, España). Allí pasé mi infancia, adolescencia y juventud, junto al mar rodeado de unos paisajes y una naturaleza extraordinaria. Mi padre, arquitecto, tenía el despacho en casa, así que crecí entre dibujos, maquetas, olor a amoniaco (las generaciones anteriores a la fotocopiadora sabrán a lo que me refiero) y visita de obras. Cerca de casa había una carpintería, yo tendría unos 7 u 8 años, me encantaba ir a ver cómo trabajaban, el olor a madera… Me quedaba allí de pie observando, luego les pedía las sobras de la madera cortada y me los llevaba a casa para hacer algo con ello. Me gustaba mucho hacer cosas con las manos, recuerdo haber hecho una versión mejorada del tirachinas para que llegara más lejos y mejorar su precisión. En cuanto a mi vena creativa mis padres eran muy permisivos, me dejaban enguarrarlo todo de yeso y pintura. Mi tío abuelo Petrus era pintor, se vino a vivir con nosotros un año para ayudar a mi padre en el despacho. Aún tengo muy vivo el recuerdo, dibujaba muy bien, yo lo observaba con atención y lo acompañaba a pintar paisajes al óleo. ​

La natación representó una parte importante en mi vida, entrenaba 4 horas diarias. De estar tanto metido en agua, como era rubio se me había puesto el pelo verde y olía siempre a cloro. El deporte me dio disciplina, me enseñó a luchar por unos objetivos, a no desfallecer, todo ello resultó ser muy útil en mi la vida.  Mientras trabajaba con mi padre en el despacho de arquitectura, empecé a estudiar en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos en Santa Cruz de Tenerife. Parecía que todo iba sobre ruedas, buena vida, novia, amigos, moto, playa, futuro en el despacho de mi padre... Buff, ¡qué agobio!, la isla se me hacía pequeña, algo me hervía por dentro, así que me fui a Barcelona. ¡Por fin una gran ciudad! Bullicio, contaminación, cultura, exposiciones, gente con intereses varios. Llegué en el 84 a una Barcelona efervescente, inquieta, a punto de empezar a prepararse para las Olimpiadas, en donde el diseño, el interiorismo y la arquitectura estaban en pleno auge.

Aproveché el verano del 85 para irme a trabajar a Hamburgo en el Estudio Nitz, Prash, Sigl Arquitekten. Por casualidades de la vida, y yo sin saberlo, resultó ser el mismo despacho en el que había trabajado mi padre 25 años atrás!. En el 86 me diplomé en diseño de interiores en la Escuela Llotja. ​ Al acabar mis estudios en Barcelona regresé a Tenerife para trabajar de nuevo con mi padre haciendo arquitectura, interiorismo y empecé a diseñar mis primeros muebles. Pasó un año, y de nuevo sentía la necesidad de un cambio, aprender más… Decidí irme a Milán, había oído decir que era la meca del diseño . Llegué en tren con mi maletita, no conocía a nadie, pero parece ser que alguien me estaría esperando en la estación, una chica bastante guapa, hija de un conocido de un amigo de mi tía, ya veis todo un culebrón, se presentó y me dijo que iríamos directamente a visitar a un arquitecto con el que posiblemente trabajaría. Y así fue, resultó ser Marco Zanuso Jr. Permanecí tres años en Milán, mi estancia allí fue decisiva, me marcó muchísimo, fue un shock tanto en lo personal como en lo profesional, conocí gente interesante, hice buenos amigos, descubrí lo que era el diseño industrial, colaboré entre otros con Dino Gavina, Roberto Menghy, Giulio Crespi. ​

A finales de 1989 decidí regresar a Barcelona, no fue una decisión fácil, Milán me gustaba, tenía amigos, trabajo, y para el diseño posiblemente no había mejor lugar, pero hice balance, echaba de menos una cierta calidad de vida, el clima, tener cerca el mar, tomarme unas cañas en la plaza del Sol a medio día bajo los rayos de sol. También necesitaba vivir en un sitio en el que hubiera inquietud cultural e industria dedicada al diseño, así que me pareció que Barcelona cumplía todos los requisitos. Además, con esto de las Olimpiadas empezaba a ponerse de moda, Barcelona se había convertido realmente en una ciudad excitante y llena de oportunidades.

Empecé colaborando con los arquitectos Eduard Samsó, Alfredo Arribas y con el diseñador Javier Mariscal. Y desde 1992 doy clases en la Escuela Elisava, me gusta, y como me dijo un profesor, Giulio Crespi, me obliga a objetivar lo subjetivo; actualmente imparto un Master en Diseño de Mobiliario.

En el año 2000 abrí mi propio estudio, desde entonces he llevado a cabo proyectos de interiorismo, stand para ferias, he dado conferencias, participado en exposiciones, y sobre todo, mi actividad principal, el diseño industrial. En 2008 diseñé para Marset la lámpara Discocó, muy rápidamente se convierte en un producto muy querido, de referencia y con fuerte proyección internacional.